La democracia buena es la de ellos

Wilmar Jaramillo Velásquez

Cuando el Centro Democrático convocó una consulta popular para frenar las reformas del actual gobierno (no pudieron reunir las firmas necesarias) estaban haciendo uso de la Carta Constitucional, de la democracia, cuando otros grupos políticos hicieron lo propio para intentar frenar la corrupción en Colombia, eran demócratas haciendo uso de la Constitución.

Cuando Gustavo Petro invoca esta misma figura contemplada en la ley 134 de 1994 y la ley 1757 de 2015 entonces la de Troya, es un dictador que pisotea el Congreso, el déspota que ignora el poder legislativo.

Por odios, sesgos ideológicos e intereses corporativos y empresariales  el Congreso se alió para bloquear todas las iniciativas del primer  gobierno progresista de Colombia en dos siglos, sumaron el poder de  los medios tradicionales para construir verdades a medias y deslegitimar el gobierno y sus reformas, no mirando los intereses de  las mayorías  populares sino abonando el terreno para recuperar el poder en el 2026, y volver a los privilegios que aún no han perdido pero ven amenazados ante el cambio.

El presidente propuso por todos los medios un gran acuerdo nacional, un pacto social para transitar por la vía de la democracia un camino más expedito para consolidar tres reformas fundamentales para mitigar en parte la gran deuda social con el campesinado y los obreros colombianos, con los adultos mayores y las amas de casa, con los estudiantes, pero el Congreso puso una barrera infranqueable de saboteo permanente.

Ministros como Alejandro Gaviria, Cecilia Montaño o José Antonio Ocampo, con quien el presidente Petro aspiraba oxigenar la real democracia llegaron a ponerle el palo a la rueda y con agenda propia, Gaviria el más funesto y perverso de todos.

Cuando el Ejecutivo se enfrenta a semejante bloqueo institucional para impedir el cumplimiento de su Plan de Desarrollo,  con una reforma económica que la Corte Constitucional redujo a la mínima expresión para proteger a multinacionales y cuando el mismo Congreso  que ahora   hace valer una ponencia de archivo a la Reforma Laboral, celebra el hundimiento de la Ley de Financiamiento, acude precisamente a la Constitución Nacional para  que sea el Constituyente Primario quien en las urnas decida  la suerte de las reformas, cuando hace  uso de la democracia directa, entonces viene el grito de esa derecha que considera la medida  como un atentado a la democracia, a esa democracia que ellos construyeron exclusivamente para mantener sus privilegios y negocios  con el Estado. La otra democracia, la que predica el presidente Petro es comunismo o terrorismo.

La Extrema derecha colombiana acaba de cometer uno de los más grandes errores en su afán de destruir el gobierno de Gustavo Petro y retomar el poder, con ese bloqueo institucional lo lanzaron a la plaza pública, su escenario natural donde se mueve como pez en el agua y con financiamiento público para montar la plataforma presidencial para darle continuidad a sus políticas de gobierno. Se pegaron un tiro en el pie como lo vienen afirmando varios analistas.

Con ese sectarismo y odio visceral, lo catapultaron, el apoyo en las urnas a las reformas será caudaloso como lo empiezan a mostrar las diferentes manifestaciones de apoyo, una de las más grandes prevista para este martes 18 de mayo en todo el país, acaban de despertar el león, el poder popular, el Constituyente Primario.

En la anterior consulta por la Ley Anticorrupción invirtieron 310 mil millones de pesos, ahora ponen el grito en el cielo por los costos de la nueva iniciativa.

En un país donde se roban billones de pesos de la salud, de las obras públicas y hasta la comida de los estudiantes la desaparecen como magos, 500 mil millones para que el pueblo se pronuncie y resuelva las reformas por las que viene luchando hace décadas no es plata, es una inversión social.

Tampoco hay que temerle al número de firmas, el pueblo saldrá en masa a defender sus derechos, pocas veces tiene la oportunidad de hacerse escuchar y de paso darle una cachetada a un Congreso que le dio la espalda y se unió alegremente para truncar sus justas aspiraciones.